viernes, 27 de abril de 2012

Verborrea



En un día como hoy decidí que no podía dejar de ser quién soy. Decidí, ademas, que la manera en que elija contar mi historia no la voy a pensar, voy a dejar que fluya.

No me gusta que me pregunten más de una vez las cosas y luego que cuando conteste me respondan mal. Aviso, por si acaso viene al caso de que a ustedes se les ocurra dar su opinión. No es que no la necesite, simplemente no me importa.

Mi historia, es muy sencilla: nací, crecí, viví y hoy estoy aquí, más enojada que nunca. Más aún enfurecida. La razón, me imagino que es el cúmulo de las cosas. De repente me dio por llorar, de allí se desprendió una tristeza tenue que desembocó en la angustia, por lo cual se coló el enojo, que sólo se quedó por la frustración de haber tenido que atravesar aquella estúpida cadena de acontecimientos y sentimientos que de la nada vinieron a desdibujar mi mente.

Espero una llamada? No. Me gustaría querer esperar una llamada? Me parecería macro estúpido pensar si algo me gustaría que me gustaría que me pase.
Me encantaría decir, “Bueno ahora basta de mí, contame de vos”. Es que no es una opción porque esto se trata de mí, del reflejo que no pesco y no encuentro en el vidrio roto de mi cuarto que a causa de vejez dejó de ser espejo. Es, sería o podría ser mejor, de repente, dejar de seguir siendo siendo y dejar que las cosas fluyan fluyendo yendo, a otro lado, quizás al suelo y que dejen de molestar molestando molesto.