lunes, 18 de julio de 2011

No-Sí-Se

no sé
si al escaparme de tu voz te quedaras conmigo
tal vez
el recuerdo de tu ser no se irá tranquilo
sí sé
que en mis días siempre iré contigo
...en tu forma de pensar,
...en tu forma de amar
...en tu forma de decir
...y no decir pasivo

sin ti
el tiempo parecerá eterno
aquí
yo me buscaré tu cielo
al fin
será como un pasar alterno
...de los minutos que se irán,
...de los días que pasarán,
...de las horas y deshoras
...de un mañana intenso

lunes, 11 de julio de 2011

Recuerdo

Tantas páginas vacías,
días que solos quedarán.
Tantas vueltas por las vías,
cambios que solos surgirán.

Sigue esta ronda macucada,
de pies chiquitos y torpe andar.
Sigue siempre todo limpio,
algo nuevo, algo más.

Prestame tu mirada,
quiero ver lo que ves vos.
No me dejes acá plantada
que no tengo dirección.

Te pido un poquito,
un poquito nada más.
Nunca te pido nada,
hoy te pido y te vas.

Dame la mano.
Caminá delante mío.
Yo cierro los ojos
y vos me guias.

domingo, 10 de julio de 2011

Martes

el amor es como las lágrimas cálidas
que caen de mi cara a la tuya
como el viento que sopla
para esconder tus ternuras
y en pos de todo lo que vemos
se siente un leve frío en todo lo interno
se estremecen las llanuras
y todo queda en blanco o nuevamente en seco
y vos seguís ahí,
yo sin decirte nada nuevo,
sin contar ni declarar lo que pienso
no hay nada más,
de palabras hablan los cuerdos,
en cambio yo solo hablo de las ganas,
en rimas y en versos
mientras el invierno congela las penumbras en un hogar lejano,
aquí hervimos por dentro y por fuera,
la humedad no nos deja
y todo aquello que creíamos saber ya no nos pertenece,
no es lo mismo
dejado, autonomía que no fracasa por más que la dejes de lado,
cada cual con lo suyo
y así huyo yo por el camino más cercano
para alejarme menos

lunes, 4 de julio de 2011

Marco

Escrito por Maria Labandeira
en respuesta a Laura (entrada anterior)


Marco sabía que Laura no estaba bien. Había perdido esa sonrisa que la caracterizaba y su expresión había sido reemplazada por un estado sombrío como de quien vive, pero realmente no está presente o no quiere estarlo. Él ya no sabía cómo comportarse a su lado, cada cosa que decía era interpretada por ella de una manera negativa e inclusive destructiva; convertía un cumplido en crítica, una caricia en agresión.

Marco no entendía qué era exactamente lo que había originado ese cambio en ella, no comprendía cómo un ser tan extraordinario podía haberse perdido de tal forma que lo único que quedaba era un vacío lleno de desprecio y dolor. Su cuerpo lo demostraba claramente; ya no parecía ser una joven de 20 años, si no una niña de unos 12. Hace tiempo que había dejado de comer regularmente, de acuerdo a ella "se olvidaba de alimentarse". Al principio, Marco se enojaba con ella y la obligaba a comer, pero con el pasar del tiempo se resignó y de manera inconsciente comenzó a cuidar de esa niña desprotegida que tenía como novia y que veía empeorar con el pasar de los días.

Habían discutido la noche anterior porque Laura se ofendió al escuchar que Marco le decía que era linda. Ella esperaba seguir siendo la "Diosa"; así la llamaba él antes de que ocurriera el cambio en ella. Laura se hizo la indiferente, como si no le hubiese molestado el ser nada más que "linda", le dijo "total entre Diosa, bella y linda no hay mucha diferencia". Marco la miró indignado, para él seguía siendo linda, a pesar de que su cuerpo estaba delgado, su cara maltratada, sus ojos sin expresión alguna; pero la discusión casi tácita que tuvieron fue la gota que derramó el vaso. Marco volvió a mirarla, pero esta vez sintió una distancia, una separación, y se dio cuenta de que ya no podía seguir cuidando de Laura.

Hoy habían quedado de verse para ir a tomar algo algún bar, algo que él sabía que ella prefería más que ir a bailar a un boliche, pero cuando llegó a buscarla él le dijo que no quería salir. Canceló el plan, pero no sólo de esa noche, sino de todos las que pudieran presentarse desde ese momento en adelante. Se desligó de esa carga que había asumido tiempo atrás, y se sintió libre y culpable a la vez. Sentía que la abandonaba, que dejaba a la niña de 12 años sola, sin nadie que la contuviera.

Sin embargo, él con tan sólo 22 años, ya no podía más, no podía continuar así. Laura parecía no escuchar todo lo que Marco le decía, parecía no perturbarla, como si no estuviera terminando una relación de años. En eso sonó el teléfono, Laura lo atendió, era su amiga Consu que le decía que estuviera lista a las diez, que iban a salir. Laura le dio una palmada a Marco en la espalda y le dijo que estaba bien, que ahora tenía que terminar de arreglarse porque iba a salir. Marco se levantó, la besó suavemente, y sin mirar atrás salió del departamento, confundido por la forma en que todo terminaba, pero con un verdadero sentimiento de libertad.


sábado, 2 de julio de 2011

Laura

Se sentía mal, entre algunas cosas porque el día anterior no había llegado a escribir nada, aunque en realidad no importaba, nadie se daría cuenta, en su diario están solo ella y las hojas. Laura es así. Hoy no está bien. Mientras se pinta, mira al techo y piensa en todo aquello que le hace mal pensar. Después mira al piso y se olvida.

Marco le dijo que era linda, no le dijo que era una diosa, aunque su cara lo insinuaba, total entre diosa, bella y linda, no hay mucha diferencia. Laura piensa. Sus morning pages se han convertido en night pages, sin ningún deseo profundo de que existan, pero las necesita. En las noches necesita sentarse a escribir y tachar las hojas con sus pensamientos, con las cosas que le molestan, con aquellas que la conmueven. Últimamente solo escribe las cosas que necesita sacarse de la mente, o sea todo.

Ahora le pica la piel, el jabón de cincuenta centavos que se compró en el kiosco resulto ser malo, y se da cuenta que por eso le salió cincuenta centavos. No le queda más remedio que ponerse crema y terminar de arreglarse. Tarda un rato en elegir qué ponerse, no es ninguna excepción a la regla, se prueba cinco cosas diferentes para terminar poniéndose lo primero que se había probado. Con los zapatos no le pasa lo mismo, no tiene tantos pares. Debate por un minuto si ponerse chatas o tacos y decide por los zancos.

Laura se mira al espejo, ya está lista, solo le falta poner las cosas en la cartera. Los cigarrillos, el encendedor, cincuenta pesos por si la noche se extiende y se tiene que volver de lejos en taxi a su casa, y un gloss para re colorearse los labios de vez en cuando y seguir pareciendo una modelo de portada de Vogue. Pero Laura no se siente como modelo de Vogue, más bien en estos días está que ni siquiera le gustan los dedos de sus pies, pero no importa, se olvida de todo eso, porque si lo piensa no sale de su casa y como no quiere quedarse sola se olvida de esos pensamientos tontos.

Se mira al espejo otra vez para corroborar que esta perfecta, o lo más perfecta que puede llegar a estar y para ver si quedo algún rastro de que el color que tiene su cara no es natural, sino más bien el número 57 de La Roche-Posay que se compró con su hermana en una farmacia de Olivos porque ese día tenían un descuento, en vez de salirle 130 pesos le salió 100.

Laura va al living de su apartamento y se sienta en el sillón, su casa ahora no era una casa, hace unos meses se había ido a vivir con una chica en el centro. Para ella era mejor porque la facultad le quedaba más cerca y para salir era genial, sus papás vivían muy lejos y el viaje se le hacía pesado, y por lo tanto, en un intento por que Laura esté mejor, los papás optaron por darle la oportunidad de irse a vivir con un roommate.

El apartamento era muy cómodo, bien simple, pero estaba todo re modelado y recién pintado. Las amigas de Laura iban de vez en cuando a visitarla y pasaban un rato antes de salir. Hoy no vendrían porque se iban a ir directo a un bar en la Recoleta y luego a bailar. Laura le gustaba más ir a tomarse algo a un bar que ir a bailar, intentaba siempre extender la previa para evitar los boliches. No era que no le gustaba bailar, porque hasta bailaba sola en su casa, pero los boliches le resultaban pesados, los hombres como buitres, mucha gente en un mismo lugar, a veces se sentía que no podía respirar.

De todos modos cuando no le quedaba otra se aseguraba de prepararse mentalmente, tomarse una copa de vino para relajarse e irse al centro de la pista de baile y bailar sin mirar a ningún lado en específico. Sí estaba pendiente de quién estaba alrededor, a ver si había algún candidato que se estuviera disfrutando la música como ella, pero que no sea asqueroso ni pesado. Si aparecía uno insoportable, procuraba avisarles a las otras chicas y mover el bando.


Esa noche no sabía a donde iban a ir, pero Consu le dijo que a las diez esté lista y ya eran las nueve y cuarenta y cinco. Así que, sentada en el living, se prendió un cigarrillo y llamo a Consu al celular.

-Hola, ¿qué haces? ¿Saliendo de tu casa? Yo…no, no comí, me olvidé. Si esta bien, tengo empanadas en la heladera. …Tenés razón, pasa que me había quedado dormida y cuando me levanté me puse a arreglarme y…si, bueno te espero en diez.

Laura se había olvidado de comer, se había olvidado de que debía alimentarse, no sólo para no emborracharse (su papá siempre le decía que coma bien para no emborracharse) sino también porque debía ingerir algo. Últimamente se olvidaba de comer, tanto así que estaba tan flaca que se veía gorda.

Se comió las empanadas y todavía le quedaban unos minutos para que llegara Consu, agarró su cuaderno, que estaba encima de la mesa ratona, se prendió otro cigarrillo y se puso a escribir.



me encuentro aquí
sola sin tu amor
saliendo así
camino en dolor
extraño el amor
pienso hoy y siempre
pasitos con valor

hoy mas valiente
veo que no es fácil
sacarte de mi mente
no desesperarme
no desprestigiarte
olvidarte no es fácil

Suena el timbre. Laura suelta el cuaderno, apaga el cigarrillo, agarra su cartera, apaga las luces, abre la puerta, llama al ascensor, cierra la puerta, la cierra con llave, se sube al ascensor, aprieta el botón que dice PB y se va.

viernes, 1 de julio de 2011

0 cuatro 0 nueve

Es que si tuviera que pensarlo, no podría ni imaginarlo.

Es que hay cosas que pasan así, sin que nos demos cuenta.

Y vemos como todo va cayendo en su lugar una vez la fosa se queda como cuenca.

Nada termina donde no tiene que terminar.

Los caminos se van trazando, la piedras van cayendo en el camino

y lo que se hizo queda plasmado en algún lugar de nuestras vidas,

todo para guiarnos a un mejor mañana.
O como quien dice, o como quien quiera,

todo y nada queda siempre resuelto.

Y yo, como cualquier otro,

trato de olvidar que mi vida también fue así y que lo sigue siendo.

Algo que intento crear para no recordar los malos momentos.

Café con leche

No recuerdo bien el día que me enamore del rito del café. No sé qué día fue cuando me encontraba sola en un local tomando un café con leche y que al prenderme el primer cigarrillo sentí en mí la nostalgia de todo lo bueno y la alegría por la soledad. Soledad porque estaba sola, aún en la más grata compañía mi corazón latía y late solo. Ese café, ese día, ese momento lo he vuelto a buscar un sin fin de veces en diversos momentos de mi vida.

Tanto así que hice de mis visitas a los cafés todo un acontecimiento. Cada vez que viajaba por colectivo y veía un local interesante lo anotaba en una listita en mi cabeza para recordarme que tenía que ir a conocerlo. Visite todo tipo de cafés en diferentes puntos de la ciudad; en Barrio Norte, en Palermo, en Olivos, en Puerto Madero, en Florida, en San Telmo, en Caballito, en Torcuato, en la Boca y en todo lugar donde mis pies tocaban la belleza de un lugar extraño. Sola compartía con un libro, con mi cuaderno y mi birome o un lápiz. Me encantaba sentarme a ver la gente y a volcarme en mi mundo de ensueños tan lejanos de mi realidad.

Sin embargo no siempre fui sola porque tal era mi afición por los cafés que llevaba a todo que quisiera compartir conmigo y fantasear en una de mis aventuras. Fui con todo tipo de personas, con mis amigas y con todo aquel que lo necesitaba. Me acuerdo una vez que cambié de rutina y fui con alguien a una casa de té donde me cobraron un té ocho pesos, por lo cual me dí cuenta que mi café de tres pesos con cincuenta centavos no sólo me gustaba más sino que además estaba más a fin con mi bolsillo.

Claro está que me enamoré del café, tomaba dos, tres o hasta cuatro cafés por día. Me enamoré de los lugares nuevos tanto simples como complejos. Igual, lo más lindo es que a través de ellos me enamore de mi ciudad. Buenos Aires, ese nombre único que evoca belleza, paz, tranquilidad y harmonía aunque en su esencia sea todo lo contrario.