viernes, 1 de julio de 2011

Café con leche

No recuerdo bien el día que me enamore del rito del café. No sé qué día fue cuando me encontraba sola en un local tomando un café con leche y que al prenderme el primer cigarrillo sentí en mí la nostalgia de todo lo bueno y la alegría por la soledad. Soledad porque estaba sola, aún en la más grata compañía mi corazón latía y late solo. Ese café, ese día, ese momento lo he vuelto a buscar un sin fin de veces en diversos momentos de mi vida.

Tanto así que hice de mis visitas a los cafés todo un acontecimiento. Cada vez que viajaba por colectivo y veía un local interesante lo anotaba en una listita en mi cabeza para recordarme que tenía que ir a conocerlo. Visite todo tipo de cafés en diferentes puntos de la ciudad; en Barrio Norte, en Palermo, en Olivos, en Puerto Madero, en Florida, en San Telmo, en Caballito, en Torcuato, en la Boca y en todo lugar donde mis pies tocaban la belleza de un lugar extraño. Sola compartía con un libro, con mi cuaderno y mi birome o un lápiz. Me encantaba sentarme a ver la gente y a volcarme en mi mundo de ensueños tan lejanos de mi realidad.

Sin embargo no siempre fui sola porque tal era mi afición por los cafés que llevaba a todo que quisiera compartir conmigo y fantasear en una de mis aventuras. Fui con todo tipo de personas, con mis amigas y con todo aquel que lo necesitaba. Me acuerdo una vez que cambié de rutina y fui con alguien a una casa de té donde me cobraron un té ocho pesos, por lo cual me dí cuenta que mi café de tres pesos con cincuenta centavos no sólo me gustaba más sino que además estaba más a fin con mi bolsillo.

Claro está que me enamoré del café, tomaba dos, tres o hasta cuatro cafés por día. Me enamoré de los lugares nuevos tanto simples como complejos. Igual, lo más lindo es que a través de ellos me enamore de mi ciudad. Buenos Aires, ese nombre único que evoca belleza, paz, tranquilidad y harmonía aunque en su esencia sea todo lo contrario.

1 comentario:

  1. Yo no recuerdo los detalles de mi enamoramiento con el café, pero en mí también dejó un aftertaste de nostalgia.

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